En una ocasión anterior ya tuve oportunidad de referirme a ese fenómeno televisivo que es el Chaman. Sí, amiguitos sí, este un nuevo capítulo del “Curso de Rufus para ser demandado”. Como iba diciendo, antes del inciso didáctico, nuestro buen Chaman ahora se ha buscado una compi para que vaya echando las cartas, porque él esta para una serie de comentarios mas elevados y dirigidos a la esencia misma de la felicidad humana. Pude comprobarlo ante la llamada de una señora, aquejada de una fuerte depresión, y que admitía estar de pastis hasta arriba (pero de las que receta el médico, eh, no de las ilegales: ¡el poder de una receta!). En fin, que la buena mujer buscaba una guía, una ayuda: una voz amiga que le indicara la salida al oscuro túnel en que se había convertido su día a día. Debo suponer (quiero suponer) que no encontró nada de eso y bueno, en la tele salía el Chaman así que… este mes nada de merluza fresca y una llamada al caballero de la túnica dorada. La colaboradora del programa más o menos iba siendo… ya sabéis, algo cercano a lo que se puede considerar “comportamiento humano”. Pero las chispas de genialidad del Chaman se iban colando cual luciérnagas: “no me extraña que este loca, con tanta pastilla como toma”, “pero qué aura le voy a mirar, pues buena la debe tener” y finalmente una de mis favoritas: “claro que esta loca, con tanto ir al psiquiatra”. Pero lo mejor de todo fue el momento revelación, el nuevo sistema de desintoxicación del Chaman: “usted llámeme a la línea privada (ays, de verdad, no es por ganar dinero, que malpensados sois con el pobre hombre) y yo le garantizo que le hago dejar esas pastillas de golpe”. Temblad Freud, Jung y todos los demás (que al no ser tópicos en las conversaciones sobre psicología, evidentemente desconozco): una señora hasta arriba de antidepresivos y ansiolíticos, que no solo afectan al sistema nervioso sino que crean una dependencia física, puede dejarlos de golpe y porrazo sin derivar por ello en un desequilibrio orgánico las mar de interesante de no ser por ese pequeño detalle, golpe de gracia final, que se llama “Muerte”.
A la mañana siguiente me acerqué a los kioscos, y para estupor de mi persona… en ningún periódico aparecía la noticia revelación. Bueno, no es de extrañar: los medios de comunicación, sobornados por los productores de fármacos (¡y ya puestos a desvariar pues por los masones también, coño!), son los que realmente acallan estas voces llenas de aire fresco que nos traen nuevas soluciones a los problemas de hoy.
P.S: El lema de los videntes y otros tele-visionarios: a cliente muerto, cliente puesto.