miércoles, abril 05, 2006

¡¡Sigue nadando!!


¡Odio el pescado! Ya sé, suena tajante, pero es así. No soporto ver en mi plato esas cosas con escamas, cuyo olor no he llegado a decidir aun si es mas molesto antes o después de cocinado. Sobre todo si es pescado pequeño, ya sabéis, de ese que tiene unas minúsculas espinas que tienden a clavarse con muy mala idea. Ni tan pequeñas que no molesten ni tan graves como para llamar la atención de un respetable facultativo de urgencias a las 3 de la madrugada (ya he dicho alguna vez que en mi caso dormir es una mala costumbre, y se me van acabando las formas originales de pasar las horas). He tenido malas experiencias con las sardinas, lo reconozco, no las pruebo desde los 12 años. Fue entonces cuando sufrí ese problema con una espina, y fue terrible. Me presente de madrugada en “Los Ángeles del Valle”. Bien, puede ser que un ángel sea una entidad sobrenatural asociada a la protección de una deidad todopoderosa que se desvela por nuestra salud. Pero en tamaña situación tengo que decir que lo de ángel no anima, ni ayuda, es mas casi inspira la desconfianza propia que suele asociarse a esa señora de manto negro y guadaña. Podéis llamarme exagerado si queréis, la cuestión es que después de un buen rato fui atendido por el medico. Su diagnostico después de 10 minutos de explorar mi garganta: “Tienes una espina clavada ahí”. ¡¡Bravo!! De rodillas agradezco con devoción el despliegue de talento profesional de quien debería ver su nombre escrito en oro rodeado por los más laureados personajes de su Arte. Últimamente no me hago entender bien, así que advierto que pretendía ser sarcástico. Siglos después me voy de allí más frustrado que aliviado, con el consejo de no darle importancia a mi garganta, que total solo me sirve para hablar, tragar, respirar… todos sabemos que podemos pasar sin esa clase de cosas: ¡vaya un niño caprichoso!

En fin, no he fabricado zapatos en una fabrica esclavista de la China comunista pero solo quería compartir este capitulo fastidioso de mi vida infantil. Solo quiero decir que era un niño normal, con sus sentimientos e inquietudes, e incluso, en el colmo del despropósito… ¡¡dormía ocho horas al día!! ¿De qué forma he llegado a ser un adulto? No tengo ni idea. Solo consigues aprender que antes de que te respondan ya has hecho mil preguntas mas, y tienes una mínima certeza de que si te pasas la vida intentando entenderla vas a pringar como nadie. Y puede que mis amigos tengan razón, que lo de no dormir sea el problema, pero a veces de noche siento, como un destello, una certeza. Puede que sea la explicación a todo, puede que consiga entender que es lo que realmente me pasa por la cabeza… O puede ser simplemente que hace falta cambiar la bombilla. Sea lo que sea, lo importante es no rendirse, ya sabéis: “Sigue nadando, sigue nadando. Sigue nadando, nadando, nadando. ¿Qué tienes que hacer? ¡Nadar!”