martes, diciembre 04, 2007

Dafne y Apolo, segun un joven autor

Salpica, corre, mira hacia atrás, y con paso ligero, roza el suelo, vuela, corre… Dafne huye, Apolo corre, presa fácil, corre corre y es rayo de sol quien persigue y consigue, y roza y casi vive entre la nívea calidez de la piel de la ninfa… Y corre Dafne, Apolo roza, acaricia levemente la rigidez palpitante de la piel que ya no es, y pervive la ilusión, ya es laurel lo que se alza con el recuerdo fugaz de la promesa frustrada, la noche de pasión y bacanal es ahora llanto y lágrima de la amante aprisionada.

miércoles, noviembre 28, 2007

lunes, noviembre 26, 2007

Yo ya me voy...

"Yo ya me voy, al puerto donde se halla
la barca de oro que debe conducirme.
Yo ya me voy, solo vengo a despedirme.
Adios mujer, adios para siempre, adios."


jueves, noviembre 15, 2007

Suite nº 1 para chelo en Sol mayor - Yo Yo Ma

Quizá sea cierto que la música clásica es algo del pasado. O quizá solo sea que ya no somos capaces de reconocer la auténtica belleza, esa que como requisito indispensable nos pide algo que estamos dispuestos a dar pocas veces: nuestro tiempo.



¿Quién dijo que era fácil? ¿Quién dijo que hace falta morir para perder la vida? ¿Quién que la felicidad nos aleja del dolor?

jueves, octubre 11, 2007

Un post "a lo Picasa"

Desde un pequeño rincón del Congo... es decir, un Conguito (risas y aplausos):

Uf, que calorazo... Cualquier escribe nada desde aquí, entre estar atento a no asarme y a no ser devorado por mosquitos gigantes, que te hacen chiribitas con los ojos como Marujita Diaz (podrían picar y ser mortales, como todos, digo yo). En fin, que aquí os dejo un album de Picasa hecho por mí. Una tontada, pero por ir probando no pierdo nada y... sí, vale: me ahorro un nuevo post. ¡Nos vemos! (Es un decir).

Variedades a tutiplen

lunes, septiembre 17, 2007

"Good bye, Rufus", por Mr. Edward Hyde


Conocí a Rufus T. Firefly en un piso cerca de Ronda Norte, concretamente en el estudio desordenado de un amigo común, cuyas paredes forradas de libros daban cobijo y refugio a nuestras tertulias intempestivas. Me llamó la atención que el buen Rufus siempre miraba a los ojos, y daba igual lo que dijera, siempre reías aunque hablara del tema más serio. Presidente por excelencia, de los que ya no quedan, de un pequeño reducto de libertad intelectual bien aprovechada. Porque si bien la libertad está para tratar de lo trascendente, no hay nada mas trascendente, por sano, que la capacidad de reír.

En diversas ocasiones he dado cabida en mi blog, algo abandonado también (en mi caso por pura pereza), a diatribas, contestaciones o comentarios de mi buen amigo Rufus. Sus respuestas a las preguntas más sencillas, son el mas complejo de los laberintos. Y en cada recodo no un espejo, al estilo de Borges, sino más bien una carcajada o una idea que, tras la sonrisa, deja un poso de meditación acerca del sentido más terapéutico: el sentido del humor.

Hace unos días Rufus desaparición, todos nos sorprendimos. Abandonado, su blog no ofrecía más explicación que la peor de las explicaciones: “Cerramos nuestras puertas, no queda sentido del humor”. El frasco vacío, el vate de la sonrisa, el genio de la ironía vencido, quien sabe por que extraña melancolía. Siempre la risa a flor de piel, quién sabe que habría debajo. Y poco a poco la bolsa de la risa de Rufus se vacía, y ya no queda sino el saco roto de sus sarcásticos monólogos.

Puede que ahora, justo ahora, se encuentre viajando por parajes desconocidos. Me lo imagino con su salacot, traje de explorador al estilo “El Dr. Livingstone, supongo” y en pleno safari. Pero nunca para cazar animales, nada de hacer sufrir a inocentes para entretenimiento de sus horas. Recordemos las palabras divinas de su hermano gemelo, el capitán Spaulding: “Una mañana me desperté y maté un elefante en pijama. Me pregunto cómo pudo ponerse el pijama”. No, yo más bien creo que anda a la caza de nuevas ideas, llenando de nuevo su depósito y que el día menos pensado aparecerá de nuevo. Como si nada, ocupara su sitio, pedirá orden y sonriendo sus ojos pícaros por encima de la montura de sus gafas dirá: “Sí, tendremos que levantar los impuestos porque la alfombra pesa demasiado”.

viernes, julio 20, 2007

jueves, junio 28, 2007

Sierra Espuña III: Alguien voló sobre la piscina vacía

Entre las infinitas formas de divertirme, inocentemente, estaba la de lanzar pequeños globos sonda, por así decirlo. No se trataba de mentiras, no sé mentir, pero sí de pequeñas farsas, que montaba con especial deleite y talento, capaces de hacer creer a cualquiera la más inverosímil de las posibilidades. Sin embargo, en esta ocasión no se traba de este tipo de estratagema, ni siquiera de una mentirijilla… Fue una simple chorrada, que dio lugar al descubrimiento de uno de los más extraños seres de la fauna campamentística (Alejandro 1 – Castellano 0). Junto a las pistas deportivas del famoso campamento de Sierra Espuña, se encontraba una piscina de medidas olímpicas. La separaba de las pistas el pabellón de duchas. Y junto a la piscina estaban las fuentes de agua, para beber o refrescarte. En esas estaba yo, con mis tres secuaces, y volvía con toda la cabeza chorreando a las pistas. Yo aun conservaba la voz, no hacía demasiado frío… Lo único que dije fue: “aaayyy que rica esta el agua de la piscina”. Y sobrevino la tragedia…

De repente, sin avisar, una voz: un alarido, de euforia casi orgásmica, descontrolada y salvaje. Un chaval, no recuerdo su nombre (¿debería recordar a todos los que dejé marcados de niño?), se lanzó como una exhalación hacia la piscina gritando: “¡¡¡Piscina!!! ¡¡¡Booooooooooomba!!!” Quizá he pasado por alto un pequeño… minúsculo detalle, en principio sin importancia, pero fundamental para el futuro de aquel pequeño émulo de King Africa: la piscina estaba vacía. No dio tiempo a detenerlo, tan solo escuchamos un golpe sordo, y un lamento profundo… Bueno, al menos estaba vivo, que alivio. Los monitores se lanzaron a la piscina, en busca del buen muchacho de cuyo nombre no quiero acordarme… Lo sacaron de aquel pozo sin fondo, de exactamente 2 m de profundidad. Y tan solo con un chichón, consciente, y con cara de: “¿Cómo se ha vaciado la piscina tan rápidamente?”

Cualquier podría pensar que todo termina aquí, que esta historia ya ha dado de sí todo lo que podía, pero nada mas lejos. Al día siguiente, repito la operación, refrescándome en la fuente y diciendo: “Ayyyy, que rica el agua de la piscinita”. Y de repente… el Expediente X: misma voz chillona, misma frecuencia sonora… Técnicamente imposible, psicológicamente improbable… Esas palabras: “¡¡Piscina!! ¡¡Bomba!!” Por todos los dioses del Olimpo: si hasta un mono, después de una descarga, sabe que no tiene que coger el plátano de la izquierda. Me imagino a Pavlov, revolviéndose en su tumba. En efecto… el mismo chaval, la misma situación… Aunque algo diferente. La piscina esta vez estaba llena pero… Imaginad en la sierra… una piscina que acaba de llenarse, esa temperatura que no diremos fría, sino más bien gélida. Y para colmo de males hasta arriba de cloro, vamos, para eliminar bacterias del tamaño de elefantes. Imaginaos, ese chiquillo, saliendo del agua, rodeado de gente… tiritando, helado, y con el pelo tan rubio como una adolescente recién decolorada, antes de que la recoja el Ruben. Lo peor no fue esa mirada acusadora que me dedicaron casi todos. Lo peor, no fue el comentario de la jefa: “Si es que no sé como lo hace, pero siempre le hacéis caso”. Lo más surrealista de todo, fue el monitor que mejor me caía, cogiéndome por el hombro y diciéndome:

- Macho… mira, a partir de ahora si quieres estás exento de las actividades, pero por favor… ¡¡déjanos volver al menos con la mitad sanos, solo la mitad!!

jueves, junio 07, 2007

Intermedio musical

Hace bien poco pudimos ver al Doctor House (Hugh Laurie) interpretar con un piano las primeras notas de “I don’t like Mondays”. Se trata de una canción que anima muchísimo por su melodía, aunque cuente una historia trágica. Una adolescente de California, un lunes, llegó a un parque y se puso a disparar indiscriminadamente. Cuando fue detenida, durante el interrogatorio, le preguntaron la causa de aquella masacre. La respuesta… en fin, la teneis en el estribillo de esta maravilla.

Pronto: La tercera parte de Sierra Espuña, el gran reto por la supervivencia, en un capítulo fascinante: “Alguien voló sobre la piscina vacía”.

lunes, mayo 21, 2007

Sierra Espuña II: Abrir o no abrir...

La vida de un chico de doce a trece años siempre es difícil, ya se sabe, pero si encima estás en un campamento de Sierra Espuña contra tu voluntad, fichado por la jefa y sentenciado a pasar tus noches en un dormitorio de chicas el asunto ya toma un cariz dramático de gran alcance. En fin, alguien podrá pensar que lo ideal en la mente de un crío de esa edad es estar rodeado de 18 tías, de todas las edades (desde la que tienes a la que te gustaría tener, de edad me refiero, aunque soñar es gratis) pero lo cierto es que fue una auténtica condena. Sin embargo, no era yo un espíritu pusilánime que se dejara vencer fácilmente. Si de algo sabía yo, después de toda una infancia de experiencia, era cómo hacer la vida imposible a los demás. Aun recuerdo las palabras de la cuidadora que se encargaba de los niños en la Asociación de Amas de Casa que frecuentaba mi señora madre. A la hora de recogernos, a mi hermana y a mí, le espetó: “A la niña déjamela cuando quieras, es un ángel. A ese… ese… mejor no lo traigas más, o acabo tirándome por esa ventana”. En fin, solo intento contextualizar el trágico momento en que decidí que la jefa de los monitores se acordaría de mi presencia en el campamento.

Un experto en estas lides sabe, perfectamente, que no debes aprovechar la primera oportunidad. Yo, y mis tres secuaces, soportamos estoicamente una humillación tras otras. La peor de todas: no teníamos armarios. Se los quedaron todos ellas y nosotros… la ropa en la maleta. Por la tarde íbamos a realizar las primeras actividades de grupo. Participamos en ellas como buenos y sociables elementos de nuestra comunidad deportiva. Finalizados los juegos, subimos al dormitorio y… ¡Candado! Esa pandilla de gritonas arpías puso un candado en la puerta, aprovechando dos cáncamos fuertemente agarrados en la puerta y el marco. ¡Un candado! ¿Llave? ¿Dónde? Si ni siquiera sabíamos que de repente nuestro único refugio se había convertido en “Fort Knox”. Llegan un par de nuestras compañeras de dormitorio muy ufanas. Intentamos hacer valer nuestros derechos y por fin llega la jefa y la súper-monitora rubia que traía salido a medio campamento.

- Verás Josefina (esta era la jefa), estas han cerrado la puerta, y nuestras cosas están dentro.

- Alguna razón habrá, hombre. ¿Habéis cerrado vosotras?

- Si, porque si no entran los chicos y nos miran las bragas (sic: dicho todo con voz chillona).

- Pues nosotros también dormimos aquí y tenemos derecho a entrar.

- Pues también sois chicos, no podemos fiarnos.

Después de un tira y afloja tan estúpido como interminable Josefina pide la palabra:

- A ver… ellas tienen razón, sois chicos y no sé… tendréis que aguantaros.

Bien… hay ocasiones, pocas ya, pero las hay que me sacan de quicio. A mí, en aquella época sobre todo, la adrenalina se me disparaba ante la injusticia. Con toda tranquilidad dije:

- Josefina… ¿Tú no vas a solucionar nada?

- No, yo ya he hablado.

- Y vosotras no abriréis el candado…

- Claro que no.

- Bien, con permiso…

Iter criminis: me acerqué a la puerta, agarré el candado y tiré… ¡Crunch! Arrancado limpiamente candado y cáncamos de la puerta (de hecho, como testimonio, llevaban un pedazo de marco y otro de puerta), lo puse en la mano de Josefina, espetándole (cuando aun no estaba de moda):

- ¡Ara vas, y lo cascas!

viernes, mayo 18, 2007

Viajes de Rufus: Sierra Espuña (I)

Contando doce años hice un viaje a Sierra Espuña, a un albergue, en unas jornadas organizadas por la “Escuela Deportiva” de mi tierra. Supuestamente unos días en plena naturaleza, respirando aire puro y disfrutando de actividades con otros chiquillos, vamos, siendo social y haciendo amiguitos por la vida. Porque todo el que haya visto un par de capítulos de “CSI”, “Mentes criminales” o serie similar, sabe que nada hay como la soledad para volverte un asesino en serie aficionado a conservar orejas perforadas en botes de mermelada de la abuela.

Recuerdo aquel viaje con cariño, con especial afecto, pude dar rienda suelta a mis más desatadas pasiones. ¡No, a esas no, panda de enfermos! A mis pasiones destructivas, azote de cuantos me sacaran de quicio… y de alguno más que de rebote hubo de sufrirme en carnes propias. El mismo día de la llegada debíamos formar, por así decirlo, en una explanada frente al albergue. Yo, con mis tres secuaces del momento, me marché en pos de la aventura. Se dio el caso, porque a veces a una mala intención se unen peores casualidades, de encontrarnos una rueda de camión abandonada. Y allá que nos dedicamos a subirla pendiente arriba y soltarla, subirla y soltarla… Puede sonar monótono, pero era mejor que empujar a otros niños pendiente abajo. Pero, nada dura eternamente (como bien sabe toda esposa en el día que toca “lolailo”) y la monitora jefe, Josefina, un portento de mujer por lo bella y lo dominante que era, nos vino a pillar con las manos en la masa. Recuerdo su mirada dura, penetrante, mirándome fijamente, y su pregunta: “¿Y bien? Después de esto, ¿qué viene?”. Y mi respuesta (ay, esas respuestas que soy el primer sorprendido en escuchar): “Lo ideal: prenderle fuego y echarla a rodar, pero a falta de mechero…” Josefina descubrió que no podía fiarse de mí y yo… bueno, a mi me solía dar bastante igual que se confiara más o menos en mí.

El resultado: como castigo ejemplar fuimos separados de los de nuestro sexo, y nos asignaron dos literas en uno de los dormitorios de las chicas. Allí estábamos, cuatro tíos y 18 chicas. ¿Eso es un castigo? Al principio no nos lo parecía, pero aun habríamos de sufrir despojos, miserias y ataques por parte de nuestras compañeras de habitación, y que me ví en la obligación de enfrentar con toda la valentía, arrojo y, sobre todo, total falta de escrúpulos que, ay, tanto se echa de menos ahora que los años van pasando tan rápidamente como bajaba aquella rueda, por la pendiente serrana.

lunes, abril 30, 2007

Lo que sea

El tranvía es una mierda. Bla bla bla blablabla bla bla. Chiste malo. Bla bla bla. Chiste facil. Bla bla bla. Chiste facil y malo. Bla bla.

miércoles, abril 25, 2007

Frases lapidarias (II)


Como algunos ya van averiguando, más que menos, tengo cierta relación con el mundo del Derecho. Si bien debería ser más profunda e íntima, nos avenimos como un matrimonio británico después de las bodas de oro: nos soportamos mutuamente, esperando que en algún momento resurja la chispa. Sin embargo, no puedo evitar que en mi alma de pequeño jurista en ciernes (a estas edades ser algo en ciernes ya tiene delito, nunca mejor dicho) caigan como autenticas patadas en la boca algunos comentarios que escucho en televisión. En este caso he escogido un típico ejemplo que ilustra mi máxima filosófica: no te fíes de aquella gente que se siguen considerando humanos solo porque nacieron tales. Que la humanidad, como la bondad y la inteligencia, un señor como yo la presume hasta que se demuestre lo contrario (la tercera es la que antes suele caer, porque el sabio debe demostrar cada día sus conocimientos para seguir siéndolo, pero al bobo le bastan dos palabras para serlo toda su vida: lo que demuestra que aquí, como en todo, es mucho más cómodo a la par que lucrativo dejarse llevar por la ignorancia).

Estaba yo aquí, sin nada que me hiciera suponer la que se me venía encima, y de repente escucho algo en la televisión de la sala de estar. Tengo dicho en casa que pongan cualquier cosa menos “el tomate”, porque incluso de lejos pone en peligro la salud mental de cualquiera, y sobre todo porque luego me lamento de estar al tanto de todo menos de lo que realmente importa. Porque digo yo: a mi que más me da con quien se líe la famosilla de turno. ¿Se ha liado conmigo? Es obvio que no: de lo contrario no estaría aquí contándoos penalidades sino en la máquina de la verdad, respondiendo preguntas acerca de mis poco aprovechadas cualidades pélvicas. De repente escucho que hay un lío montado acerca de no sé qué asunto y, como colofón, se escucha la voz de Aída Nizar, ese engendro de la naturaleza capaz de tirar por los suelos el lenguaje, en su contenido y en su continente. Le pregunta la… no sé bien cómo denominarla: reportera, periodista, paparazzi… Son palabras algo fuertes: mejor alimaña. En fin, le pregunta a la señorita Nizar si cree que otra famosa le va a demandar y ella responde ufanamente: “No, esta señora a quien debe demandar es a sí misma”.

¡Ole, ole y ole! Estudiante de Derecho tenía que ser, me la imagino yo: debía ser de esas que entraban a la biblioteca con tacones de madera, cotocló cotocló, melena al viento y los radares puestos a la caza de víctimas. Despellejando a sus mejores amigas, dando por sentado que son lo más guay del mundo y que si Dios realmente se engendrara en un ser humano adoptaría su forma porque son el summum de la especie humana. Lo cual es cierto, porque pasarse la vida pensando en sexo y dinero debe augurar un futuro venturoso (“¡Dos futuros venturosos!”). Pero al fin un instante de lucidez: ¡la monodemanda autogestionable! Adquiera el pack en cualquier farmacia, gasolinera o puesto de cacahuetes: incluye abogado hinchable, billetes de mentirijuelas para autopagarse incluso las costas del proceso y, no podíamos olvidarnos de ese detalle, quince pañuelos de seda y una bolsa de confeti. ¡¡Viva en sus propias chichas, por fin, la alegría y el disgusto al mismo tiempo de haber ganado, a la vez que perdido, la demanda contra la persona que mejor conoce!! Si llama ahora mismo conseguirá de regalo un pase VIP para un centro psiquiátrico de su elección. Llame ahora y al colgar no se pille las manos con el teléfono: tratándose de un cliente como usted no nos tranquiliza el hecho de que sea inalámbrico.

lunes, abril 09, 2007

Ella...

She, Ella, porque siempre es una misma y, sin embargo, nunca son la misma persona. Porque no hay nada mejor que un cínico de pura cepa para entrar en la primavera de la manera más tópica. Porque a veces lo que duele no es que no te quieran, sino no tener a quien querer. Y porque... ¡¡por todos los dioses malditos expulsados del Cielo y pertenecientes al más hediondo Averno de perdición: porque la canción me gusta y punto!!

She - Elvis Costello

martes, abril 03, 2007

Two Ladies (Cabaret)

Uno de los personajes cinematográficos que ha sido capaz de convertirse en un auténtico icono ha sido, sin duda, el incomparable maestro de ceremonias interpretado por Joel Gray. No solo recibió el Oscar, sino la admiración de crítica y público al dibujar un personaje que divierte, guía al espectador en los recovecos del argumento del filme y da paso a los números musicales más deliciosos de la historia del musical, en su versión cinematográfica. Por cierto, recientemente se ha podido ver a Joel Gray interpretando a un científico bajo tratamiento de vete a saber qué en la serie "House". Os dejo con uno de los mejores números de "Cabaret": Two Ladies.



Y por si a alguien le va más el musical puro y duro, en escenario y frente al implacable público, aquí teneis la versión de Broadway interpretada por Alan Cumming.

Two ladies (Alan Cumming)

jueves, marzo 22, 2007

Dejá vu anímico


Esta mañana he tenido uno de esos dejà vu, que a mi me provocan dolor de cabeza y a Tony Scott le hacen millonario. Esto se resume, quizá, en que el mundo está mal repartido, la vida es un asco, pero no tengo el día para deprimencias (y que nadie me venga con que esa palabra no existe, que tengo la cubertería de plata a mano y puedo ser muy peligroso con una pala de pescado). El desencadenante ha sido algo totalmente surrealista, a las puertas del Palacio de Justicia de Tranvía – City (antes Murcia). Un grupo de simpáticos manifestantes, todos mayores de edad (e incluso mayores de la mayoría de edad) estaban protestando con pancartas en alto y entregando folletos. Yo he pasado, como siempre, escopetado cual deudor acosado por sus acreedores (que viene a ser la mejor opción para entrar en unos juzgados, acabas sintiéndote como en casa) y no me he fijado bien. Aun así, al salir un momento y volver a entrar he podido escuchar claramente lo que decía el buen hombre que vociferaba con su megáfono japonés, marca chachiguachi. Espero que no pierda toda la carga dramática, que esta mañana me ha hecho volver a entrar en los juzgados con el rostro desencajado:

“Gente de Murcia… Porque esto que nos ha pasao es una injusticia, que nos han engañao como chinos ahí malamente, que nos dijeron que de comprar esos pisos, que de lo buenos que eran. Y claro, nosotros que de pedimos un préstamo ahí… ahí… al banco… y na, que nos lo dan y claro nosotros después de pagar pos nos han hecho esta… guarrada. Y nosotros pos mírennos, estamos anímicos”.

Claro, todo lo demás lo veía razonable: ciudadanos de a pie, no eran políticos, así que lo de leer manifiestos pues no lo llevan muy bien. Pero hasta ahí yo lo he oído todo, conmiserándome de ellos en la medida de lo posible (ya sabéis, esa solidaridad de: “Uf, en serio, siento lo que te ha pasado, tío. Pídeme lo que quieras menos casa, trabajo, comida o dinero”). Y en esto que escucho eso de anímico y yo que me pongo a pensar: “Vaya, debe referirse a que se sienten animados a seguir su lucha, y tal Pascual me es igual”. Pero de repente continúa la proclama: “Estamos anímicos perdíos, con un hambre ya, que no tenemos ni un euro para llevarnos a la boca”. Dos apuntes:

Primero: no, no, no. Eso de andar masticando euros, además de malísimo para el esmalte dental debe ser hasta tóxico. Donde este un billete de quinientos, que se quiten los sucedáneos.

Segundo: esto del hambre, de repente, el caballero lo ha soltado con una especie de risita. No, no es esa risita irónica, atacando donde duele a las altas esferas (tratándose de esos juzgados, cinco pisos y un ascensor de mierda). Es que era como burlona, como sabiendo que, después de quejarse, volverá a casa del hijo, devorando con avidez las lentejas que ha cocinado su nuera. Y de repente el dejá vu, la regresión… Mi infancia, aquellos años felices, en que las inyecciones me las ponía una señora mayor (por todos los dioses, mamá, soy joven: ¡¡en aquella época ya había ATS’s!!). Justo antes de arponear mi tierno pandero, con esa misma risilla sardónica, me decía: “Tranquiiiiilo, si no te va a doler nada”.

viernes, marzo 16, 2007

¡Esos marditos roedore!


“Se lo deben haber comido las ratas”. Así me despacharon alegremente, no hace demasiados días, en un Juzgado de Instrucción. Yo, inocentemente, cual tierno infante en busca del almuerzo, me dirigí a esos dulces funcionarios en busca de comprensión. Hasta ahí todo bien, aunque la mitad sea mentira, pero es verdad lo fundamental: que me presenté en los juzgados y solicité un expediente para proceder a la ardua labor de fotocopiarlo. Aunque, todo hay que decirlo, más que ardua puede tornarse imposible, porque hay oficinas judiciales donde deben regalar las grapas, y en lugar de un expediente te encuentras la versión en celulosa del monstruo de Frankenstein. Y cuando te pones a extraer las grapas, con precisión de cirujano, siempre llega el funcionario listillo que te espeta un buen: “Esto se hace así”, y cual imitador del forzudo del circo partiendo por la mitad listines telefónicos, te agarra el expediente y arranca una mitad de la otra. En fin, cosas veredes…

Total, que solicito el expediente y se me indica que estará en el archivo. Entiendo archivo en clave de: sótano polvoriento y húmedo donde viven todos los expedientes en santa compaña, custodiados por una horda de cucarachas (todas ellas con sus oposiciones aprobadas a cucaracha de archivo). Sin embargo, oh sorpresa, el archivo esta en Elche. Pues bien, sí sí, allí puede estar, pero yo necesito el expediente aquí. Se solicita, espero una semana, vuelvo… El expediente no ha llegado. Sí, fue solicitado, pero no ha llegado. Y claro, la funcionaria no va en bicicleta todo los días, llenando la cestita de expedientitos. Así que vuelta a solicitar, recibiendo una mirada de conmiseración: “Ay pobre pardillo, empiezas esperando que llegue un expediente de cuando Sara Montiel tenía todos los dientes, y acabas creyendo en todo todito todo.” Pero yo, paciente cual macaco en busca de frutos selváticos, me marcho confiando en la Administración de Justicia.

Regreso, más chulo que un ocho, atravieso las nubes de maleantes, literalmente: un grupillo de mafiosillos, con joyas hasta en los dientes, y sus novias montando guardia. Llego, pregunto… me vuelven a mirar con pena, como queriéndome hacer a la idea de que jamás veré ese expediente, a no ser en sueños (y ahí no puedo fotocopiarlo, que ya he consultado la ley). Voy a marcharme, un funcionario me dice simplemente que no está lo que busco. Sin excusas, sin historias: solo la pura y absoluta sinceridad de un trabajador frustrado… Pero cuando voy a abrir la puerta me dice, me fulmina, me fusila con esa frase dicha con toda la seriedad del mundo: “Se lo deben haber comido las ratas, es lo que suele pasar.” Solo ruego, de todo corazón, que se hayan indigestado.

martes, marzo 13, 2007

Todos me tocan a mí


Hay una constante en mi vida que siempre se ha cumplido: todos los sonados me tocan a mí. Supongo que habrá alguien reticente a aceptar dicho término, pero no me importa en absoluto. No puede calificárselos exactamente de desequilibrados mentales, ni tampoco de algo lentos, porque son bien rápidos. Simplemente son sonados, y tienen su propia idiosincrasia. Como iba diciendo, no sé que clase de reclamo llevo en la cara para esta clase de gente, pero en una plaza atestada de seres humanos de la Humanidad clásica de toda la vida (esa que va con mayúscula en los libros de Conocimiento del Medio, que por suerte nunca tuve que estudiar), si hay algún sonado siempre me toca a mí.

Todo ello viene a colación de un capítulo que he sufrido en un semáforo, volviendo del Ciclo sobre Blogs y Literatura. Estaba yo felizmente detenido en un semáforo de Ronda de Levante, en mi flamante automóvil (observen el sarcasmo, tanto por lo de flamante como por lo de automóvil) feliz en mi ignorancia de lo que se me iba a venir encima. De repente, me abordan… Se acerca a mi coche un caballero, andares dudosos, y una bolsa en la mano.

Como veréis inauguro un nuevo párrafo, no porque espere ganar ninguna concejalía sino por remarcar el tema de la bolsa: ¿qué contenía esa bolsa? Una mente inocente podría decir… no sé, que más bolsas. Puede tratarse de un alegre recolector de bolsas de plástico, que tiene un criadero de bolsitas y un hogar para bolsas abandonadas. Yo, sin embargo, he forjado en 2 milésimas de segundo (ya sabéis, esos numeritos pequeños de los cronómetros Kasio – si quieren una C que me paguen la publicidad): dentro de esa bolsa se encontraba el cerebro del último conductor que, confiado, hizo caso a este caballero. En fin, como decía se acerca y golpea en repetidas ocasiones la luneta del coche. Gesticula, me mira… yo alucino y recuerdo fugazmente cuando me reí, en una tienda de cebos de Lopagán, de aquel tarrito de spray pimienta.

En ese momento me tranquilizo, en fin, soy un paranoico y me paso el día leyendo sobre crímenes, antropología forense y asesinos en serie… Pero me tranquilizo, eso solo pasa en USA porque comen hamburguesas y ven la FOX. Así que intento averiguar lo que quiere… cuando de repente intenta abrir la puerta del coche… me indica que abra el seguro… Y me grita que va hacia el Infante, y que le lleve. No lo pide… ¡¡lo ordena!! Total, que sopeso las razones: un desconocido, con aspecto poco fiable, con el cerebro de su anterior víctima en la bolsa… quiere que le lleve en plena noche a la otra punta de Murcia… sí, claro… Le digo que no… insiste… otra vez que no… Se va sin más. Todos los conductores me miran con conmiseración, y mientras salgo disparado al ponerse el disco verde (¡¡ha tardado una eternidad!!) voy murmurando para mí mismo: “¿Pero por qué demonios me tienen que tocar todos?”

(Imagen: "Gas", E. Hopper, 1940)

Frases lapidarias


Últimamente estoy haciendo uso con bastante frecuencia del transporte público. Ya se sabe, esos medios que nos llevan donde queramos pero cuando a ellos les sale de los horarios, porque una línea de autobuses es dificilísima de gestionar. Que nosotros creemos que basta con calcular el tráfico, la distancia y la afluencia de pasajeros para decidir qué línea debe disponer de más o menos vehículos pero los simpáticos señores que ofrecen el servicio están por encima del pensamiento racional. En fin, no quería yo despotricar de estas cosas, que tratándose de Murcia puede ser empezar y no terminar nunca, y yo tengo cosas que hacer (aparte incluso de no hacer nada, una de mis aficiones favoritas y que, mal que me pese, necesita tiempo y dedicación).

Hace unos días, viajaba en el lado del sol del autobús… porque a estas alturas ya no hago cálculos sobre en que lugar ponerme: donde me ponga dará el sol, y no hay ninguna ley natural que aún me haya demostrado lo contrario. Pues bien, dos señoras de avanzada edad estaban delante de mi, cada una en su sillón (que se las veía modernas pero no tanto). Y una de ellas se lamentaba a la otra:
- Es que se ha muerto mi hermano… y mi cuñada… y claro, eran más jóvenes que yo (que mala es la envidia).
A lo que su amiga… entiéndase, amiga con todas las reservas, contesta con intenciones aviesas:
- Sí, sí, claro… Eso lo dices porque este año se está muriendo gente que no se había muerto nunca. Anda queeee

Lapidaria, nunca mejor dicho, y muy cruel. No sé, eso de animar mediante la depresión, pues todavía es una teoría demasiado nueva de la psicología moderna de mesa camilla y, claro, no está demasiado desarrollada. Pero ella lo dice y se queda tan ancha. Y la otra la mira, sonríe y piensa que aún tiene esperanza. Porque uno no se muere hasta que se muere, y si se ha muerto antes gente más joven pues igual es porque te has vuelto inmortal de repente. De ahí pasaron a hablar del precio de los tomates, tema en el que prefiero no entrar porque no quiero deprimir a nadie con algo tan dramático.

viernes, marzo 09, 2007

Como llenar un vaso de agua (Homenaje a Tip y Coll)

Para quienes hacemos gala de un sentido del humor ácido, basado en un sano cinismo, o incluso diría que en una visión totalmente retorcida de la realidad, hay cómicos que permanecerán siempre en nuestros corazones. Auténticos maestros de una disciplina muy difícil, sobre todo cuando resulta tan fácil hacer reír cayendo lo más bajo posible. Ellos sin embargo, supieron hacer humor desde la dignidad. Bien una forma hilarante de ver incluso las partes más negativas de la Humanidad (Gila y sus partes de guerra), bien desde el terreno de lo absurdo (Luis Sanchez Polack "Tip") o bien, como la pareja artística de Tip, el señor Jose Luis Coll, con ese sentido tan británico y contenido de lo que debe ser la comicidad. Creo que la mejor forma de homenajearlos era dejar de lado mi propio uso, inferior e imperfecto, de lo que es humor y darle la palabra a dos de ellos. Hasta la vista, sr. Coll.

viernes, febrero 23, 2007

Ironías de un corazón roto


La ironía de la vida es que cuanto más detestas algo más te afecta. Por ejemplo yo, un cínico convencido de que lo único que merece la pena en la vida es el derecho al sarcasmo. Que excepto los amigos y la familia, poco más importa realmente, que el amor es una patraña que mueve mundo, carteras y voluntades. Y finalmente sin embargo, a pesar de un sentido del humor que retuerce la realidad hasta límites insospechados siento que me equivoco… cuando mi alma anhela algo mas que vacías críticas a un sentimiento cruel, que se ceba en el débil, que castiga sin piedad a quienes creen en el y que, de forma insidiosa, contradice a quienes se enfrenta a él con escepticismo. La mala suerte, la falta de técnica, de encanto… qué se yo. Pero al final, a pesar de las críticas, a pesar de la autoflagelación, lo único que queda es simplemente un corazón roto y vacío. Porque hay lugares de nuestro ser que no podríamos llenar con filosofía, cinismo, amistad o literatura. Y aunque sabes que niegas lo evidente, lo niegas. Lo niego, porque está fuera de mi alcance y, sin embargo, como un masoquista sin memoria, no dejo de castigarme con sentimientos que solamente me hunden más aun en una doble miseria. La de amar y la de saber que niego algo tan evidente como ese sentimiento.

Parece sencillo… y sin embargo tan difícil. Y cuando por fin es fácil, sucede algo. Y lo único que me queda es un teclado y una pantalla, la seguridad de una ausencia, la certeza de lo que ambos sentimos y el amargo trago de admitir que, aunque la ausencia es mutua, la soledad es exclusivamente mía.

viernes, febrero 09, 2007

Halcón o paloma


Un simple test de rochas (nada que ver con colonias), aparentemente. Una forma de ver el mundo dividido entre halcones y palomas. Invariablemente, en manos de halcones aunque paguen el pato las palomas. Y lo dejo, antes de que cierren el chiringuito los de Sanidad por tener tanta ave suelta. (La pregunta con truco es: ¿qué animal habeis visto antes?)

Imagen: "Foreign Policy. Edición Española", nº 19, Febrero 2005, página 25.

miércoles, enero 24, 2007

Fragmento no inspirado

"Mataba el tiempo, y aun al tiempo me resultaba duro matar. Cada célula de mi cuerpo, patética, senil, estúpida parecía abominar de la muerte cuando la deseaba cada día. Suicidio es el nombre que los que no comprenden pretenden darle a mi fin, cuchilla en mano, pistola cargada, soga tensa en tanto mi rostro amoratado exhala su ultimo aliento. Morir joven y dejar un bonito cadáver, como decía James Dean. Entregar mi alma a un dios. ¿Cuál? No se, demasiado indeciso jamás me decidí a creer o no, tampoco a escoger un dios. El self-service de las religiones: si encuentra una mejor le devolvemos su alma. No es derrota lo que siento, tampoco una enfermedad cuyo sufrimiento no soporte... Tan solo el tedio de vivir, el aburrimiento de despertar cada día y saber que será igual que el anterior. Que las mismas caras me dedicaran idénticos gestos o distintos, pero ninguno agradable hasta el punto de ilusionar a mi corazón cansado. Estoy agotado, pero esa no es razón. Morir por cansancio habiendo balnearios es una estupidez, decía una tía abuela que conocí en mi niñez. Siempre olía a sudor, seguramente tendría algo contra el agua. Quizá solo se dejaba bañar en los balnearios."

sábado, enero 20, 2007

Un enigma explosivo...


No me siento inspirado para escribir nada que merezca la pena leer, así que plantearé un acertijo y me iré tranquilamente a dormir... espero seguir teniendo lectores, en fin:

Einstein, Oppenheimer y Teller...

Si alguien me encuentra al menos tres circunstancias que los relacionen... le invito a un pastelillo.
¡Sed buenos!

miércoles, enero 03, 2007

¡¡Mamá, miedo!!


El terror ha sido desde siempre uno de los géneros más maltratados de la historia del cine. Puede que al principio, cuando el cine era mudo y los actores tenían cara, la gente respetara algo más esa forma de hacer películas que implica garantizar al espectador que al regreso a su casa mirará no menos de diez veces a sus espaldas con mirada desencajada. En fin, que maestros como Lon Chaney (“El Fantasma de la Opera”) o F. W. Mourneau (“Nosferatu”) y auténticos maestros del arte del cine de terror han creado un pasado mítico difícilmente superable.

Mucho mas tarde llegó un periodo de cierta mojigatería, los estudios Universal comenzaron a hacer auténticos estragos en el genero mágico de la fantasía – ciencia ficción – terror (que muchos no dejan de unir en un todo, porque por lo visto es mas fácil controlar a los frikis si los pones a todos juntitos en el mismo puñado). Y así nos encontramos con una mezcla de melancolía, carcajada fácil e ilusión nostálgica, con clásicos como “Drácula” de Tod Browning, con aquel Bela Lugosi empalagoso y hasta arriba de todo, impecable peinado y mirada perdida en un futuro que nunca le fue venturoso. Tiempos en los que un vampiro nunca fue mostrado mordiendo a su victima porque… ya se sabe: mordisco = penetración, y esas mentes privilegiadas de Hollywood eran como hermanitas de la caridad, al menos de cara a la taquilla.

Dando un salto como de mil metros llegamos a una época dorada para el cine de terror, y poco a poco, para el cine de miedo de serie B: “Hammer”. Esta palabra, de ritmo y sintonía mágicas para los aficionados al terror cinematográfico, es el santo y seña de uno de los estudios mas prolíficos en cine de vampiros y de terror en general: ¡¡cuantísimo jarabe de maíz (sangre, hombre, sangre) puesto al servicio del sano entretenimiento!! Y así nos encontramos con ese clásico, “Drácula”, de Terence Fisher, en el que por primera vez el magistral Christopher Lee viste la capa del aristócrata colmilludo (ay, esos tiernos adolescentes, hijos de la animación por ordenador, que solo han conocido al abuelo Lee empuñando sables láser o al frente de tropas y mas tropas de orcos, lo que se han perdido). El conde al fin muerde a todo quisqui, sin importar hombre o mujer, porque el conde es pura perversión y se hace a todo y a todos, sin discriminación alguna. La “Hammer”, que entre sus numerosas obras vino a demostrar que tiran mas dos tetas que dos carretas.

En fin, para no alargar más este homenaje… nuestros tiempos han cambiado. El cine de terror se ha vuelto predecible y poco humorístico, porque se toma a si mismo demasiado en serio. Películas como “Scream”, “Se lo que hicisteis el ultimo verano” podrían haber sido autenticas glorias del cine B, pero se han quedado en interminables series de secuelas a cada cual mas esperpéntica. Han llegado al punto incluso de defenestrar de su glorioso pedestal a auténticos maniacos con carne de psicópata como Mike Meyers, Jason o Freddy… En fin, que el género últimamente se ha convertido en una mezcolanza de sangre, hormonas y música machacona. De hecho en un maratón de no se que canal pusieron tres pretendidos clásicos del terror del cine reciente. Cambie de canal al contemplar que todo el metraje se dedica a ver desfilar mucho bombón relleno de silicona y metrosexual presuntuoso. Mi único consuelo con esta nueva ola es… ¡que siempre mueren los guapos!


Sin embargo hijos míos, hay luz al final del túnel, y no sabéis cuan cerca. Pero eso será otro día… ¡No olvidéis mirar debajo de la cama antes de acostaros!