viernes, marzo 16, 2007

¡Esos marditos roedore!


“Se lo deben haber comido las ratas”. Así me despacharon alegremente, no hace demasiados días, en un Juzgado de Instrucción. Yo, inocentemente, cual tierno infante en busca del almuerzo, me dirigí a esos dulces funcionarios en busca de comprensión. Hasta ahí todo bien, aunque la mitad sea mentira, pero es verdad lo fundamental: que me presenté en los juzgados y solicité un expediente para proceder a la ardua labor de fotocopiarlo. Aunque, todo hay que decirlo, más que ardua puede tornarse imposible, porque hay oficinas judiciales donde deben regalar las grapas, y en lugar de un expediente te encuentras la versión en celulosa del monstruo de Frankenstein. Y cuando te pones a extraer las grapas, con precisión de cirujano, siempre llega el funcionario listillo que te espeta un buen: “Esto se hace así”, y cual imitador del forzudo del circo partiendo por la mitad listines telefónicos, te agarra el expediente y arranca una mitad de la otra. En fin, cosas veredes…

Total, que solicito el expediente y se me indica que estará en el archivo. Entiendo archivo en clave de: sótano polvoriento y húmedo donde viven todos los expedientes en santa compaña, custodiados por una horda de cucarachas (todas ellas con sus oposiciones aprobadas a cucaracha de archivo). Sin embargo, oh sorpresa, el archivo esta en Elche. Pues bien, sí sí, allí puede estar, pero yo necesito el expediente aquí. Se solicita, espero una semana, vuelvo… El expediente no ha llegado. Sí, fue solicitado, pero no ha llegado. Y claro, la funcionaria no va en bicicleta todo los días, llenando la cestita de expedientitos. Así que vuelta a solicitar, recibiendo una mirada de conmiseración: “Ay pobre pardillo, empiezas esperando que llegue un expediente de cuando Sara Montiel tenía todos los dientes, y acabas creyendo en todo todito todo.” Pero yo, paciente cual macaco en busca de frutos selváticos, me marcho confiando en la Administración de Justicia.

Regreso, más chulo que un ocho, atravieso las nubes de maleantes, literalmente: un grupillo de mafiosillos, con joyas hasta en los dientes, y sus novias montando guardia. Llego, pregunto… me vuelven a mirar con pena, como queriéndome hacer a la idea de que jamás veré ese expediente, a no ser en sueños (y ahí no puedo fotocopiarlo, que ya he consultado la ley). Voy a marcharme, un funcionario me dice simplemente que no está lo que busco. Sin excusas, sin historias: solo la pura y absoluta sinceridad de un trabajador frustrado… Pero cuando voy a abrir la puerta me dice, me fulmina, me fusila con esa frase dicha con toda la seriedad del mundo: “Se lo deben haber comido las ratas, es lo que suele pasar.” Solo ruego, de todo corazón, que se hayan indigestado.

5 comentarios:

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Pues sí, y que les haya dado diarrea.

Yo tengo que romper una lanza por los funcionarios (no es que yo lo sea), pero cuando necesité un pasaporte urgentemente me lo hicieron amablemente, sino me quedo en tierra.

Pero hay de to, como en botica!

Por cierto, no sabía que eras paisano!

Rufus T. Firefly dijo...

Es cierto que muchos funcionarios no solo son eficientes sino además agradables. Pero es que es encontrate uno de los malos y se te tuerce la mañana entera. Sobre todo porque a veces deciden tomarse toda tu mañana para hacer algo que lleva apenas 5 minutillos jeje

¡Gracias por comentar!

Sintagma in Blue dijo...

Lo de las cucarachas de archivo me ha parecido genial!


Larra sigue vivo.

YO dijo...

conseguiste el papel al final?kdst

Rufus T. Firefly dijo...

Pues debo reconocer que ahí he fallado, porque finalmente y a pesar de mi insistencia no pude conseguir el expediente. Acepto el castigo, aun cuando fuere arrojado desde la roca Tarpeya o peor... ¡ver 24 horas seguidas de Dolve Vita!