martes, marzo 13, 2007

Todos me tocan a mí


Hay una constante en mi vida que siempre se ha cumplido: todos los sonados me tocan a mí. Supongo que habrá alguien reticente a aceptar dicho término, pero no me importa en absoluto. No puede calificárselos exactamente de desequilibrados mentales, ni tampoco de algo lentos, porque son bien rápidos. Simplemente son sonados, y tienen su propia idiosincrasia. Como iba diciendo, no sé que clase de reclamo llevo en la cara para esta clase de gente, pero en una plaza atestada de seres humanos de la Humanidad clásica de toda la vida (esa que va con mayúscula en los libros de Conocimiento del Medio, que por suerte nunca tuve que estudiar), si hay algún sonado siempre me toca a mí.

Todo ello viene a colación de un capítulo que he sufrido en un semáforo, volviendo del Ciclo sobre Blogs y Literatura. Estaba yo felizmente detenido en un semáforo de Ronda de Levante, en mi flamante automóvil (observen el sarcasmo, tanto por lo de flamante como por lo de automóvil) feliz en mi ignorancia de lo que se me iba a venir encima. De repente, me abordan… Se acerca a mi coche un caballero, andares dudosos, y una bolsa en la mano.

Como veréis inauguro un nuevo párrafo, no porque espere ganar ninguna concejalía sino por remarcar el tema de la bolsa: ¿qué contenía esa bolsa? Una mente inocente podría decir… no sé, que más bolsas. Puede tratarse de un alegre recolector de bolsas de plástico, que tiene un criadero de bolsitas y un hogar para bolsas abandonadas. Yo, sin embargo, he forjado en 2 milésimas de segundo (ya sabéis, esos numeritos pequeños de los cronómetros Kasio – si quieren una C que me paguen la publicidad): dentro de esa bolsa se encontraba el cerebro del último conductor que, confiado, hizo caso a este caballero. En fin, como decía se acerca y golpea en repetidas ocasiones la luneta del coche. Gesticula, me mira… yo alucino y recuerdo fugazmente cuando me reí, en una tienda de cebos de Lopagán, de aquel tarrito de spray pimienta.

En ese momento me tranquilizo, en fin, soy un paranoico y me paso el día leyendo sobre crímenes, antropología forense y asesinos en serie… Pero me tranquilizo, eso solo pasa en USA porque comen hamburguesas y ven la FOX. Así que intento averiguar lo que quiere… cuando de repente intenta abrir la puerta del coche… me indica que abra el seguro… Y me grita que va hacia el Infante, y que le lleve. No lo pide… ¡¡lo ordena!! Total, que sopeso las razones: un desconocido, con aspecto poco fiable, con el cerebro de su anterior víctima en la bolsa… quiere que le lleve en plena noche a la otra punta de Murcia… sí, claro… Le digo que no… insiste… otra vez que no… Se va sin más. Todos los conductores me miran con conmiseración, y mientras salgo disparado al ponerse el disco verde (¡¡ha tardado una eternidad!!) voy murmurando para mí mismo: “¿Pero por qué demonios me tienen que tocar todos?”

(Imagen: "Gas", E. Hopper, 1940)

4 comentarios:

SIE dijo...

No te puedo dejar solo... está claro...

Eduardo Z. dijo...

Que tal "Rufus", sabes ha sido interesante hayar tu blog, ya que me agrada mucho esa forma de expresión espontánea y un tanto desvariada... si no es esto, qué nos puede ayudar en momentos de calma?

Recibe saludos y una invitación a mi sitio.

Rufus T. Firefly dijo...

Sometimes: es ley de vida, todos a por mí. Menos mal que, como te he contado, hoy me he podido librar del que iba hablando a los coches aparcados.
Baptisma: Gracias, en serio, por el comentario porque anima mucho la verdad. En cuanto al estilo desvariado, teniendo en cuenta mi forma de ver la vida, suele ser la nota habitual en mis post jeje. Y por supuesto que me pasare por tu sitio, sobre todo con una invitación en toda regla. ¡Gracias por comentar!

Anónimo dijo...

Pobre angelico...claro, si no fueras por ahí creando confusión a los borrachicos nocturnos, un taxi...la criaturica necesitaba un taxi...y tu flamante automóvil está a muy poco de incurrir en el intrusismo profesional;P.